Cortesía de Sergio Mora Castro: Tomado de la Revista Decisiones 15, Vol. 3, No 7, 2019
Aunque se haya producido un incremento en la cantidad y celeridad del trasiego de la información relacionada conlos desastres, existe un sesgo insistente y arraigado que le otorga, a la naturaleza, la responsabilidad de los dañosy pérdidas económicas, sociales y de vidas humanas cuando se materializa una amenaza natural (sismicidad,tsunami, ciclones, inundación, volcanismo, inestabilidad de laderas, sequías). Sin embargo, si bien la causa originalpuede ser alguna o una combinación de esas amenazas, el mayor problema es la vulnerabilidad cuando se deriva delos grados de exposición y fragilidad de los elementos que generan y dinamizan la vida humana y su calidad, incluidosel ambiente y los recursos naturales. Los desastres, cuando se les califica de “naturales”, se han convertido enla excusa perfecta para ocultar la ineficiencia, ausencia de procesos de planificación del desarrollo, negligencia eincompetencia en la gestión de los aspectos básicos y de las acciones de prevención y mitigación, particularmenteen el tema del ordenamiento territorial. El énfasis se sigue enfocando en la respuesta, ante la materialización de lasamenazas inminente. La gestión del riesgo sigue siendo considerada como un costo y no como una inversión;además, está prácticamente fuera de las prioridades de los tomadores de decisiones políticas y empresariales. Elcriterio de la “gestión del riesgo de desastres” demuestra que todavía no hay voluntad de enfocarse, con prioridad, enel riesgo y no en los desastres, en lugar de que quede claro que los principios de la gestión no deben limitarse a lassituaciones que vinculan las amenazas, la vulnerabilidad y los daños potenciales, aunque no necesariamente conduzcan a la materialización de un desastre.